miércoles, 21 de enero de 2009

¡miercoles!

-Me dice que las piernas le duelen entonces-
Eh, sí claro, las piernas me duelen. Pero también me duele mirarlas y me duele contenerlas con mis caderas. Mis caderas a su vez no se podrían sostener sin mi estómago, que aún todo revuelto, se conecta con mi tórax. Otra desgracia.
Esa sí que es desgracia. Mi tórax y mi cuello.
Mi cabeza estimado, es un desastre.
Me duele, me duele, me duele.
-Entonces le duele todo el cuerpo-
Sí, pero no es un todo banal. Yo siento un dolor en el cuerpo y en cada parte. No es por menospreciar su diagnóstico de “malestar general”, pero lo que sinceramente siento, son profundos dolores que podría definir, sin chistar, uno a uno.
-Entonces dígame, que es lo que siente, cómo es que le duele.
Me duele doliendo, que quiere que le diga.
-Bueno, si le arde, si le dan retorcijones, si siente un tirón, si siente mareos, si presenta vómitos, si su orina tiene color verde pajarito, si suda más de la cuenta, si se le revientan los pulgares. En fin, dígame usted, que es lo que siente-
Siento como si me hubiesen descosido hace muchos años el coxis, si me hubiesen denigrado la cabeza y la hubiesen atravesado con mi pubis.
De plano, siento como si las raíces de mi pelo se enredaran desde mis intestinos y me tiraran a morder mis músculos y mi amor propio. Cómo le dijera, estoy enfrascado en un olor a pegamento que hace juego con mi ardor de ojos, con mi mala reputación de colón. Tengo todo lo que perder en las rodillas, el corazón lo tengo inactivo, un poco muerto, se me llena de una amalgama dura la garganta y me reintegro sólo en el ombligo. Pero creo que eso dura unas cuantas horas.
-Perdóneme que lo interrumpa, pero usted está mintiendo señor. Usted no siente nada-
Eso doctor, ese es mi problema.