Esto es sin tiempo. Sin ningún tipo de redacción, menos de respeto. Pero a veces las cosas hay que decirlas sin matices, sin contrapuntos, sin necesidad de trascendencia.
A veces uno vomita, a veces se apunta justo lo contrario. Y uno se arrepiente, y uno amanece con caña.
Sin embargo el mundo sigue girando, aunque yo no crea que el mundo gire eternamente. Porque en una de esas el mundo da un salto y uno tiene que estar preparado para darlo.
Son tantas inmundicias, tanta vehemencia.
Pero uno mismo aún en el descontento debería pedir perdón, debería dar las gracias.
La vida se puede murmurar, se puede amordazar, se puede arrodillar, puede estallar en risa. Puede hablarse a voz alta, con señas, con humo.
Pero la vida se da más fácil cuando uno lo tiene todo, la justificación se hace necesaria. Dos más dos es cuatro, y el mundo se le abre al que lo sabe. El otro es número, el otro es cuenta. Es beneficiencia, o índices de cesantía.
Me duele la espalda y no tengo tiempo.
La buena onda trampa del destino, los juegos, los para siempre, las buenas mozas.
Me pasan a buscar, podría ser todo lo que estoy esperando. Entonces dejaría de ser una feminista progresista y de verdad me conformaría con ser dueña de casa.