domingo, 18 de enero de 2009

domingo


Voy a cambiar la cama de lugar. Voy a bajar ese estante de allá arriba y lo voy a poner en el suelo. Voy a eliminar todo regalito ornamental que me haga dudar el gusto. Ya no voy a tener velitas perfumadas, ni voy a soportar un reloj con forma de osito nunca más. Los angelitos con poto parado podrían quedarse. Tu espalda sudorosa la voy a correr de encima apenas termines de jadear y empieces a respirar como la gente. Y ese espejo.
Ese espejo no lo había visto.


Úfale, se me perdieron los ojos. Aunque signifiqué tantas limosnas, se me perdieron. Mi padre nunca me quiso y me encanta como la piel cambia de color con las sombras.
Tengo que sacar ese espejo de mi pieza. Hace que me vea chata y que se vean más gordos mis tobillos, hace que me huela creyendo que apenas el olor aún subsiste en mi, y que nada más que mi olor ha perdurado después de tantos años.
Ni mi orgullo, ni mis proyectos, ni las rifas de beneficencia que organicé. Únicamente el olor se puede ver intacto en el espejo después de tantos años.

Puta que estoy vieja.

Vieja y medio gagá.

Un espejo que ni había visto, no me deja hablar más que una sarta de estupideces