jueves, 14 de octubre de 2010

críptico


supimos decir la lengua acaracolada y babosa,
mordaz y despiadada,

((venenosa la yegua))

automóvil de placer bien enjuto,
inexperto,
destartalado,
cruel y delicioso

sabiéndose diminuta y entonces saltar

sé que no es fácil desprenderse de la caótica vida, del pasado que pisa la cuchara de palo. mierda y lo sé, debemos ser parte de un puerto miserable, que recibe barcos fantasmas en una caricia,en una canción bien hecha, en un aliento ahogado.

Pero qué va pienso a veces; tus razones adornando mis tardes, un poco de viento en la cara, el dolor dulce y tu presión cósmica: han de saber hablar español.
A ratos siento que se comunican conmigo, que me llaman por mi nombre y que me hacen callar.
Debes saber esta misma noche calculo yo, que las hojas se revientan en
primavera.

martes, 14 de septiembre de 2010

jueves, 19 de agosto de 2010

zoofilia

camino a melipilla: puros animalitos olfatéandose, comiéndose, moviéndose la cola, meándose encima.

con el hocico salado, medios malandros, con ojos que les predican en blanco y negro.

en cuatro patas, los animalitos.
con olor a muerto encima y de noche hablando en murmullos.

animalitos que se juegan la casa, la piel de colores, la misión de reproducirse.
lleno de animalitos la calle, todos paséandose vivos.

domingo, 4 de julio de 2010

Mi corazón es canalla, se silencia demasiado, me chasconea poco y se resbala muy de vez en cuando.
Habla mal y se entrampa en una cabeza demasiado proactiva que le da el dato de su régimen a cuánto órgano se le tire encima.
No pasa una semana y mi corazón, flojo de mierda, se cansa y empieza a ver espinillas, comentarios idiotas y futuros nauseabundos, excusas que chilla para dejarme ir.

domingo, 23 de mayo de 2010

lo que aprendí hoy













"En las peleas callejeras hay dos tipos de golpeadores. Está el que pega, ve sangre, se asusta y recula. Y está el que pega, ve sangre y va por todo, a matar. Muy bien muchachos: vengo de afuera y les juro que hay olor a sangre"

lunes, 3 de mayo de 2010

a.

Estaban acostados encima del sillón. No habían alcanzado a llegar a la pieza, estaban demasiado cansados.
Gabriel se había dejado bigote esa semana y se veía ridículo, no tenía pelo suficiente y parecía que una mañana cualquiera le había cortado un par de pelos a su gato y con una pincelada de cola fría, los había obligado a acampar ahí.
Rocío no le había dicho nada, porque no le daba más de una semana.
Había pensado lo mismo de la permanencia de Gabriel en su puesto de trabajo, cuando lo vio llegar de bufandita a la oficina a principios de Septiembre.
No se dirigieron la palabra los primeros meses, no fue necesario, Gabriel trabajaba en la planta y Rocío se dedicaba a regar las plantas y servir café.
-¿Me sujetas las carpetas?- le dijo Rocío una vez.-No me gusta tu chaqueta-.
Gabriel regaló la chaqueta, después de guardarla en la ropa de invierno por más de 2 años.

b.
La cantidad de tiempo que pasa entre un prejuicio y el vértigo de pegar las cabezas con fuerza, es bien relativa. Quién te dice que pasan 2 buenas canciones y un gusto común y se encontraron. Y es que no, a algunos les parece bien arrimarse solitos a un trozo de pan y a un libro sin contratapa atractiva.
Gabriel una vez se atrevió, eso si, a fingir que se sentía llamado. Se desvaneció en una tarde de trabajo y sintió como se quebraban 3 filas de platos producto de su falta de juicio. Y se sintió poderoso.
Poderoso y sumamente pobre, así que no lo volvió a hacer.
Rocío le decía a sus amigas, mientras fumaban en el patio, que ya decía ella que a ese tipo lo encontraba medio raro, que posiblemente le habían pegado cuando chico, porque no era normal saltar así cada vez que se paseaba el jefe cuando iba a comprar café.

c.
Se dieron un par de semanas para proyectar su odio mutuo, quizás otras muchas para ignorarse, pero lo plano del devenir sin odios o sin pasión, es algo asimétrico, sin medida.
Se deben haber lavado las manos durante un tiempo, se adelantaron.
Rocío siempre revisaba los bolsillos antes de lavar sus pantalones, creía que alguien se podría haber olvidado algo importante en su calorcito de cotelé, un par de veces llamó al número que sale impreso en las boletas, pero inmediatamente cortó.
Gabriel sabía que Rocío lo suplantaría algún día; así que alguien rellenaría los vasos de vino de sus amigos, llamaría a su mamá una vez por semana, asistiría a las reuniones del partido y jugaría de arquero en la liga de los domingos.
Nunca predijo que el sofá los alentaría a dormirse antes de la cuenta y el olor incómodo se impregnaría en la boca de la nariz. Nunca se sintió el galope obtuso de los tropezones que no paraban de correr, y el aire, y el azul que hipnotiza, la canilla helada, la canción final que lo dramatiza todo.
-Son las 9- le dijo Rocío sin abrir sus ojos
-Ya me callo- le dijo Gabriel- guárdate palabra, estoy por curarme-.

miércoles, 7 de abril de 2010

contratos, parte especial

No hay para que vengarse con el espacio irresoluto que deja
una conversación que pretendía ser cortejo, uno siempre puede
hablar del clima. El resto, son puras porquerías

jueves, 11 de marzo de 2010

Ç

CANALLA

estás en lo subcutáneo

renombrando la ambivalencia de no saber que decir

de no saber que esperar


DE SENTIRSE VIVO E INDOLENTE

a p l a u d i do

UNO ES TAN RE BUENO A VECES, TAN DULCESITO

que duele verte canalla

duele moverse como en ring de feria

porque hay silencio desde la ventana hasta el mar

un silencio majadero, bueno para nada.

merquén en los ojos, fuego en las plantas de los pies calladitas, cómodo murmurar frases de libro de autoayuda para sentir que uno es un recipiente de buenos deseos y destinos de super estrella.

hay mañanas en las que logro empinarme y ver que mis palabras son un capricho, son retazos de una tela que ya es mantel. prescindible, removible, meritocrático

CRUEL

misteriosamente cruel.

músical y sucedáneo.

S I N
NINGÚN
SENTIDO

miércoles, 3 de marzo de 2010

pierna completa

Había esperado más de lo habitual, eran ya pasadas las 8 semanas y francamente me daba vergüenza llegar así, sin haber siquiera acordado una cita.
Nunca había ido a ese lugar a depilarme. Entré con pantalones largos en medio del verano y no sabía cuánto me iban a cobrar, pero tenía que tomar un vuelo esa misma tarde y suelo dejar las cosas para última hora.
También suelo apretarme con un frenesí innecesario cualquier punto negro que me aparezca en la frente.
No fui capaz de empezar a desvestirme hasta que Pamela salió del box pintado de blanco que se clavaba en medio del salón.
Estaba adornado con una virgen chillona, un calendario romántico del 2009, un espejo infame y un olor a cera depilatoria que -sadomasoquistamente confieso- me fascina.
En todo caso, supe que se llamaba Pamela porque luego de quedar con el cuerpo un poco al aire, recostada sobre una camilla envuelta en papel nova, necesité decirle una frase cómoda y socialmente aceptada, digna de romper el silencio incómodo que nació después de que se le llenara la cara de desaprobación frente a mis piernas sin crema y perrunas, mi entrepierna pudorosa y mis algo así como 20 kilos de más. Así que el cómo te llamas me pareció una decisión prudente.
Pero de ahí en adelante el silencio, el silencio y la envidia.

La cosa es simple. No es que yo esperara que la loca me contara su vida, lo que pasa es que cuando te depilan en general te meten en un box con hartos box vecinos, cada uno con su respectiva señora forrada en un delantal blanco. Y lo digo sinceramente, yo estaba dispuesta a continuar una conversación medianamente fluida si es que ella hubiese querido, pero algo pasa conmigo apenas me aplican el derivado de miel de abeja que no se escucha nada más que silencio.
Sinceramente, yo creo que tengo hartas cosas que contar, las abejas –por ejemplo- son muy trabajadoras, me acuerdo que el Profesor Rossa contaba como hacían sus casas vomitando. Eso le podría haber contado, pero estaba trabajando, y temí que pensara que le decía que parecía abeja con dolor de guata. Eso podría haber derivado en una mala concepción de lo que yo soy como persona, y ahora que en el mundo reinan los individuos –de clases particulares-, hay que cuidar la presentación personal me parece.
Pamela no era la única mujer que me había depilado en silencio, ya lo habían hecho Yohanna, Myriam y cualquiera de las 33 mujeres que me han depilado desde que tengo 13 años y cualquiera de ellas me hubiesen servido de cofesionario para no sentirme tan profundamente desarraigada del género femenino. Cada vez que vivo esos 30 minutos de calor, de dolor rústico, de ritual melodramático, me vienen las ganas incontenibles de conversar, y como resultado previsible: el abúlico silencio y el boyerismo de mis oidos que terminan escuchando la conversación ajena del box de al lado, una aventura infiel que rebota por la pieza chica en la que me trasquilan con naturalidad, hija de alguna cara que jamás alcanzo a conocer. Los relatos a veces se pierden en la canción de arjona que siempre me toca escuchar cuando miro al techo, cuando me pongo de guata o cuando me toca mirarme en el espejo, igual eso es una exageración, a veces escucho a sanz y tarareo un poco.
No tendría problemas en que esas canciones coronaran las confesiones que aderezo con datitos como que me creo super modelo cuando salgo de la ducha y me seco mirándome de reojo, como si el espejo fuera el digno espejo retrovisor de un auto en medio de la carretera. Pero ya avanzamos pierna completa y hay silencio. Entonces le digo que quiero hacerme el rebaje, le cuento a Pamela que soy cosquillosa, que si salto no es porque me duela, ni porque no quiera, sino porque es un reflejo. Pero Pamela tiene un lunar cerca de la barbilla que me desconcentra, así que me callo y escucho a una mina con voz de de vieja que le gusta recibir de manos de su supervisor las noticias de cualquier encarguito que el jefe le haga, porque siempre incluye algún mensaje con doble sentido que adora descifrar. Pero ya veo que se acabó la entrepierna, me preguntan si quiero alcohol, le digo que si, a los pocos segundos me ordenan que me vista y que a la salida le tengo que pagar a la recepcionista 4 lucas.No le conté nada a nadie, no tuve necesidad de renombrar mi placer culpable. Una vez más me veo desde lejos acercándome despacio, tarde. Desarraigada del bien común, muda ante la necesidad de nombrar mi dolor poco conocido y tajante, tan inmensamente aparte. Para ser sincera, algo imprudente, indescifrable y poco relevante. Naturalmete poco relevante.
Es cierto que intuyo un olor, pero no pertenezco a nada. Me veo las piernas y se ven de mujer, una especie de venganza sutil en contra de mi silencio y de mi ausencia, de mi retórica personal, de mi absoluta incompetencia para hacerme parte de una sensación mundialmente conocida.

Mi vuelo sale a las 3 y media.
Miro el mostrador y le digo en voz alta -No ando con más sencillo Pamela, me voy de viaje, sólo ando con diez-.
La recepcionista se llamaba Claudia, me aclararon inmediatamente después.