Buenas tardes caballero, ¿venden pan?.
No, no vendemos pan.
Entonces, ¿qué pueden venderme?.
Nada caballero, lo que pasa es que esta es una casa de agogida para la tercera edad.
¿Y ese cuadro está a la venta?.
¿Ese? No, es una reliquia de la familia que fundó este hogar.
Ah, ya veo. Entonces tampoco me puedo llevar un abuelito.
No señor, está prohibido.
¿Aunque lo cuide, le de de comer y lo haga escribir su historia para hacernos a todos ricos?
No, señor, quizás en algunos años
Pero el abuelito estaría muerto
Es que estaba bromeando, usted también está bromeando. ¿Cierto?
Sí, cierto. Me dijo que no había pan.
No no hay pan
¿Y le queda mantequilla?
Tampoco me queda mantequilla. Es que en tiempos de guerra, usted sabe.
Sí, lo sé, es un mal necesario. Si no existieran las guerras, no tendríamos estados nacionales, por ende no sería necesario un aparataje tan costoso de recaudación de impuestos y de tecnología bélica.
Mira tú, no sabía.
Cosas que leo en el baño. Shampoo no tiene, me dijo?
No, no tengo
Ah bueno
¿Le parece bien que no tengamos shampoo? Usted es de los tipos que le importa un bledo la crisis, es de esos que se lava las manos.
Con shampoo
El con olor a almendra es rico, ¿quiere una?
¿Son sin sal?
Sí, sal ya no nos queda
jueves, 19 de marzo de 2009
sábado, 14 de marzo de 2009
porn corn
Cuando es de noche, se debe prender a lo menos una luz poderosa para poder leer. Hace dos días, sin ansiedad, te invité a tomar un café.
Estás igual que siempre. La diferencia, sin ánimo de sonar arrogante, soy yo. Tengo más años y se notan. Si antes era una mujer segura y soberbia, mimada y absolutamente caliente, ahora soy lo mismo pero quebrado en varias partes, lo que esencialmente permite que el aire me recorra desde más frentes y el desarme sea menos sorpresivo y más ambiguo, hasta relativo. Si me desmenuzo, en tiempos como los de hoy, ya no es porque me apena que no me toques, es porque me hace reventar el mundo entero con sus pendejadas. Hoy las intersecciones lejanas no me desesperan, porque ya sé lo que es morderle los labios a alguien y sé que los besos en el cuello son, hasta el momento, la caricia pre-coital que más me gusta.
Pero volvamos a lo nuestro. Hoy no existe esa ansiedad por querer que me atravieses con las manos, porque creo que tienes el suficiente miedo como para necesitar tiempo.
Te explico, yo soy una mujer paciente, no por eso indolente. Dejaré que muchos otros me toquen, me desvistan y me amen solos antes de que tú te dignes a venir, porque claro, una tiene sus necesidades. En el camino, espero hacer el menor daño posible y por lo pronto, espero poder convertirme en tu mejor amiga……y porqué no, tirarme también, si es posible, a ese amigo tuyo bien rico encima de tu escritorio.
Ayer sentí que cuando nos encontramos caminando, no pudiste pensar en otra cosa que en CONCHATUMADRE, no sé si por la impresión de verme tan bonita o porque justo detrás de mí, un niñito con carita de mamón se cayó de hocico al suelo, quizás son sólo ideas mías.
Nos sentamos a tomar café y yo ya no tenía el deseo presente perfecto de que tomaras mis caderas y las presionaras contra las tuyas, punto para mí.
Lo nuestro es una cosa de tiempo y espacio todo menos conjugados. Ambos nos señalan, cada cierto tiempo, nuestras falencias de manera más cruel que una marca de acné.
Porque nuestro estar es perenne, pero al mismo tiempo indolentemente inerte.
Tenemos por delante la imborrable intención de hacernos el amor hasta borrar los gritos propios y los olores de otros inocentes que nos quisieron amar y que nos convencieron a ratos que podían hacernos olvidar 3 estúpidas horas de noche perfectamente prescindibles, que sólo nosotros sabemos que existen.
Entonces te pido, en medio de una conversación atragantada, que me prestes un libro. Creo en ese instante un cordón umbilical indestructible que va mi ojo al tuyo, ahora con la ilusión de decorar nuestra unión para siempre. Hoy, después de que accedieras al préstamo y yo desentrañara un par de párrafos escritos, siento como si estuvieras destapándome en medio de la noche.
Siento cómo las sábanas se reacomodan ahora más abajo de mis muslos y mi respiración se acelera. Tomo las hojas de tu libro e inspiro. Abro un poco las piernas y me muerdo los labios para desatar un poco la tensión en mi garganta y leo. Sigo leyendo cómo los personajes de tu libro tienen sexo en silencio y después lo tienen cómo nosotros no lo hemos tenido nunca. Punto aparte es que tengo la certeza que alguna vez penetrándola a ella, pensaste en mí. Como yo pienso en ti ahora que leo tu libro.
Ahora en tus entrañas de papel, en tu sangre de tinta negra, me dejo contar por un narrador que no sabe ni un carajo de nosotros dos, pero que esta noche, esta puta noche me hace creer que el calor de mis piernas algún día puede enmudecerse en ti.
El papel, como vez, lo resiste todo, es indestructible, es cruel conmigo y me asiente con su cabeza arrugada como diciéndome a todo que si. Y yo no me niego, sólo escribo.
Escribo incluso que me amas y que mi orgullo está tranquilo sin mi. El papel lo aguanta todo y no pregunta, es el único que me deja declamar mi amor sin sonar a tango viejo y desesperado, es el único que no besa a otra pensando en mí.
Una vez escrito el te amo, ya no hay vuelta atrás. No sé si me explico
Estás igual que siempre. La diferencia, sin ánimo de sonar arrogante, soy yo. Tengo más años y se notan. Si antes era una mujer segura y soberbia, mimada y absolutamente caliente, ahora soy lo mismo pero quebrado en varias partes, lo que esencialmente permite que el aire me recorra desde más frentes y el desarme sea menos sorpresivo y más ambiguo, hasta relativo. Si me desmenuzo, en tiempos como los de hoy, ya no es porque me apena que no me toques, es porque me hace reventar el mundo entero con sus pendejadas. Hoy las intersecciones lejanas no me desesperan, porque ya sé lo que es morderle los labios a alguien y sé que los besos en el cuello son, hasta el momento, la caricia pre-coital que más me gusta.
Pero volvamos a lo nuestro. Hoy no existe esa ansiedad por querer que me atravieses con las manos, porque creo que tienes el suficiente miedo como para necesitar tiempo.
Te explico, yo soy una mujer paciente, no por eso indolente. Dejaré que muchos otros me toquen, me desvistan y me amen solos antes de que tú te dignes a venir, porque claro, una tiene sus necesidades. En el camino, espero hacer el menor daño posible y por lo pronto, espero poder convertirme en tu mejor amiga……y porqué no, tirarme también, si es posible, a ese amigo tuyo bien rico encima de tu escritorio.
Ayer sentí que cuando nos encontramos caminando, no pudiste pensar en otra cosa que en CONCHATUMADRE, no sé si por la impresión de verme tan bonita o porque justo detrás de mí, un niñito con carita de mamón se cayó de hocico al suelo, quizás son sólo ideas mías.
Nos sentamos a tomar café y yo ya no tenía el deseo presente perfecto de que tomaras mis caderas y las presionaras contra las tuyas, punto para mí.
Lo nuestro es una cosa de tiempo y espacio todo menos conjugados. Ambos nos señalan, cada cierto tiempo, nuestras falencias de manera más cruel que una marca de acné.
Porque nuestro estar es perenne, pero al mismo tiempo indolentemente inerte.
Tenemos por delante la imborrable intención de hacernos el amor hasta borrar los gritos propios y los olores de otros inocentes que nos quisieron amar y que nos convencieron a ratos que podían hacernos olvidar 3 estúpidas horas de noche perfectamente prescindibles, que sólo nosotros sabemos que existen.
Entonces te pido, en medio de una conversación atragantada, que me prestes un libro. Creo en ese instante un cordón umbilical indestructible que va mi ojo al tuyo, ahora con la ilusión de decorar nuestra unión para siempre. Hoy, después de que accedieras al préstamo y yo desentrañara un par de párrafos escritos, siento como si estuvieras destapándome en medio de la noche.
Siento cómo las sábanas se reacomodan ahora más abajo de mis muslos y mi respiración se acelera. Tomo las hojas de tu libro e inspiro. Abro un poco las piernas y me muerdo los labios para desatar un poco la tensión en mi garganta y leo. Sigo leyendo cómo los personajes de tu libro tienen sexo en silencio y después lo tienen cómo nosotros no lo hemos tenido nunca. Punto aparte es que tengo la certeza que alguna vez penetrándola a ella, pensaste en mí. Como yo pienso en ti ahora que leo tu libro.
Ahora en tus entrañas de papel, en tu sangre de tinta negra, me dejo contar por un narrador que no sabe ni un carajo de nosotros dos, pero que esta noche, esta puta noche me hace creer que el calor de mis piernas algún día puede enmudecerse en ti.
El papel, como vez, lo resiste todo, es indestructible, es cruel conmigo y me asiente con su cabeza arrugada como diciéndome a todo que si. Y yo no me niego, sólo escribo.
Escribo incluso que me amas y que mi orgullo está tranquilo sin mi. El papel lo aguanta todo y no pregunta, es el único que me deja declamar mi amor sin sonar a tango viejo y desesperado, es el único que no besa a otra pensando en mí.
Una vez escrito el te amo, ya no hay vuelta atrás. No sé si me explico
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